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jueves, 4 de octubre de 2012

Perdiendo miembros del alma


 CIELO RASO

  A Paola Osorio... 

¿Que nos paso?
cuando perdimos la razón
entre tanta esperanza
que nos castigamos sin pausa...

Guardando lo que nos unió
tras mascaras de odio y rencor,
sin darnos un descanso
nos acribillamos sin pensarlo...

¿Que estamos esperando?
despojémonos de este castigo,
que nos esta matando,
y reescribamos el camino...

No es fácil perdonar al amor
cuando de ha teñido de traición;
sin que alguno sea justificado
nos dañamos con mortal desacato,
penamos en tiempos desdeñados
lo que esperamos cuando reñimos...

Un camino debemos tomar
e intentar encontrar la felicidad.
Perdonar y continuar
o cegarnos y escapar,
antes de llegar a odiar
todo cuanto quisimos alcanzar...

Yo deseo apostar y cambiar,
ser mejor al amar,
¿Tu decidiste partir?
creo que eso ya lo vi...

Adiós canción de septiembre,
te escucharé en mi radio siempre,
sosteniendo fuertemente
el último beso que me diste al verme...

RUINAS

A Paola Osorio...

Así es, así se ve, este tormento. Aquel verdugo, reprendido en injuria, la tortura por mano propia me he propiciado. Desterrándome del paraíso que en júbilo añoré en tiempos pasados, y al obtenerlo lo de asesinado.

Sobre sus cenizas lloro desconsolado, pidiendo perdón a un cuelo que ya no brilla. Pido perdón a una estrella que ya no desea escuchar. Rasguño los escombros en busca de la belleza perdida, de la hermosura de su dicha, deseoso de reconstruirlos, pero ya es tarde, ya están muertos. Así la razón lo sepa, el corazón flagela la frágil persona que me abarca; soy solo un niño, caprichoso e inseguro. Abriendo cada herida una y otra vez en busca de salvación, sangro sin obtener perdón.

Nunca volverá a vivir, la hierva muerta no deja semilla, solo desaparece. Lo mismo son estas ruinas; un palacio caduco, como un sueño profundo, como una pesadilla vivida, como un naufragio provocado. Un mal recuerdo sin cura, como la traición sin justicia, no merezco la absolución.

Desesperado recojo los recuerdos; aquellos pintados con tu rostro eterno, se desborona entre los dedos, el polvo de ese infierno que construimos y por mi negligencia agredí sin remordimiento.

Cada vez veo mas sangre; estas ahí abajo, tras cada pared caída, tras cada biga roída, debajo de los escombros esta tu corazón, tu cuerpo y tu amor, no puedo salvarte, ya no. A gritos ahogados sucumbo ante el dolor, he de morir, solo. Fallecer entre la demencia que he contaminado con el banal deseo de la gula y el orgullo.

-Oh Cielo! Perdona mis caprichos, innecesarios e insensatos- Sangran las plegarias de mis labios –Cura esta demencia que consume la vida, no la necesito. Su lasciva locura, empapada en cada templo, era lo que deseaba, solo eso. Estaba cegado, nuevamente. Para entenderlo tuve que ser apresado por mis desencantos-.

Pero nadie escucha, la pradera en la que existía la metrópolis de aquella deleitante ninfa; profeta de mis inspiraciones, esta ahora como un pantano fétido, muerto, desolado, mi premio por no valorar aquello que me fue otorgado como regalo de los cielos. Eterno castigo de saber que fueron mis palmas; entre aplausos y danzas; como Nerón quemando en efímera dicha la necrópolis del amor.

No alcanza, las palabras de redención no abarcan la vida, ni su tortura frena mi desdicha; así como el mundo no abraza la razón de mi locura, no logran comprender la demencia de mi corazón o si quiera dominar un poco de su cordura y razón. Escribir en los restos muertos no alcanza, no lo logro, el lenguaje es poco, pobre como su razón para utilizarse. Castradas, así están mis manos, así esta mi lenguaje, roto, quebrado, insustancial como las emociones. Pequeño, como el corazón babeante, derrochando imágenes inexpresivas, evocando demenciales pesadillas en mi cabeza, no se pueden describir o si quiera escribir el castigo por mi delito. Pobre, como el alma. Sucias, así están los sentimientos. Soledad de saber que no hay nada mas que pueda hacer…


 Odio


Odiame con el alma,
que esta sea tu merjor arma
mientras la soledad atormenta
y su paso nos aleje de la treta...

Odiame de formas desagradables
cuando el corazon mi recuerdo alcance,
diciendote con orgullo
que ese odio es un arrullo...

Odia cada sílaba de mi nombre
y cada parte de este hombre,
así destriozaras mi semblante
y ganaras tu tranquilidad lactante...

Suprime emociones que gocen de anhelos;
prefiero sser objeto de tus destierros.
Odiame y entenderas
cuanto cariño es de verdad...



El grito


Espere que mis gritos alcanzaran tus oídos, mientras mi llanto se esparcía por el suelo; como sangre que se vacía de mi cuerpo. Entre paredes que se cerraban vi mi vida desvanecerse a instantes, a segundos que no lograba agarrar con las manos. Grite, tan fuerte como mi alma puede, llamándote. Esperando caí de rodillas sobre el asfalto; no la encontré, y los sentimientos empezaron a jugar en mi corazón, a fundirse unos con otros, temor, odio, rencor, ira, venganza, copulaban entre sí como marmotas.

Y desee que estuvieras ahí para cargar mi cabeza; desprendida de mis hombros por la desesperación, me abrazaras tan fuerte, como el viento abraza los árboles, olvidando el dolor y llenándome de esperanza y pasión. Todo fue vano, no llegaste. Tu presencia no toco el umbral de mi vista y mi piel se congelo con la tempestad de la ciudad.

Llore, si, llore. Dentro de mi alma se abrió una herida, una perdida que jamás pensé tener a la mano, y sangre, si, sangre a cantaros la tristeza de mis ojos, en silencio, si, en silencio todo pasó como si nunca hubiera existido. Todo, solo para mí, a nadie mas le importo aquel instante, esas horas fueron para todos segundos que nunca vivieron, nadie estuvo presente en aquel momento.

Desperté en estado catatónico, toda una noche con el alma en vela, buscando algo que no encontró, perdí la poca humanidad que en alguien vi, se fue con sus pequeñas paticas, asustadas, a surcar solitaria y temerosa las calles de esta gris ciudad. Con aquel animal se fue la felicidad de ser papá. Y grite, con todas mis fuerzas grite… y ninguna de las dos llego…

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